Preso de un sueño. Fórmula de la muerte

  Caminaba por la casa, al igual que en las noches anteriores, tratando de que el sueño se apoderara de él. Pero era inútil, no lo conseguría, y tal como le había sucedido en las seis noches pasadas no podría dormir.


No es que se sintiera cansado, pero era terrible tener que mantenerse despierto, no por voluntad propia, durante seis días y seis noches seguidas. El hecho de que su cuerpo no sintiera el tiempo sin descanso era algo sumamente extraño. Aunque eso no era gran molestia, lo que realmente le preocupaba era lo que de madrugada tenía que hacer: pensar. Sólo pensar era lo que le quedaba. A veces sentía que iba a enloquecer.


Éste joven de tan solo 15 años no le había contado a nadie su problema. Despues del quinto día sintió mas preocupación, pues aquello que le acontecía, al fin y al cabo, no era normal. En la quinta noche en vela contabilizó que eran 123 horas las que se había mantenido despierto. El problema sumaba cada vez más tiempo, y la necesidad de pedir ayuda crecía, pero decidió esperar un día, y, sobre todo, una noche más.


El dìa seis transcurrió, sin sueño, sin cansancio, aguardando a que el sol se apagara, y quizá sus ojos se cerraran por fin para terminar con esto de una vez por todas. Pero fue igual. Igual que las cinco jornadas anteriores. A las 5:07 calculó, de manera exacta, que hacía 147 horas y 29 minutos que no dormìía. "Esto me debe pasar sólo a mi. Este problema no le habrá ocurrido jamás a nadie, sólo a mi me pasa..." Pensaba. Luego de esa noche decidió que por la mañana hablarìa con alguien acerca de su gran complicación.


Para el resto de la familia un nuevo día comenzaba, pero para él sería otro día interminable, de pensamiento. Pero sería distinto porque daría a conocer su problema. Su abuelo de 77 años era el único que estaba en la casa junto a él.


Debido a la gran confianza que le tenía, no le fue difìcil relatarle lo sucedido. Tampoco le fue difìcil, sino sorprendente, escuchar que su abuelo le  dijera que a él le había sucedido lo mismo cuendo era joven, pero le contó también que había encontrado la soluciòn a esa tortura. El muchacho creyó encontrar la salvación.


Pidió a su abuelo que inmediatamente le diera esa solución, porque quería volver a ser una persona normal, volver a dormir normalmente como el resto del mundo. Fue entonces que el abuelo dijo: "Vas a dormir profundamente al hacer lo que te voy a indicar. Esta noche al acostarte pensaras que caminas por un campo, grande, muy grande, por el que caminaras sobre el trigo que allì habrá, sobre el trigo amarillo donde el sol se reflejará. Irás hacia una casa, te imaginaras la casa como tu desees. Puedes imaginarte el lugar como más te guste, puede haber lo que quieras que ahí halla. Y el sueño llegará, tal como en su momento me llegó a mi, y el problema quedará atrás".


El anciano cometió un error al dar ese consejo. Pero no era su culpa lo que le sucedería a su nieto. El destino es así, si es que existe, y todo tiene una razón de ser, un motivo, por algo pasan algunas cosas. No era su culpa...


Ansioso, el chico esperó la séptima noche. Al acostarse, feliz por tener la solución, pensó que al fin podría conciliar el sueño. Y comenzó a pensar, con los ojos cerrados, en un campo de trigo, interminable, inmenso, de un amarillo casi dorado, casi enceguecedor por el reflejo del sol, y allá a lo lejos iamginó una pequeña casa de color blanco, con un gran árbol , a un lado, dando sombra. La casa parecía un oasis en aquel desierto amarillo, y él caminaba hacia ella. Llegó, por fin llegó. Ya estaba en la casa. Se sentó,. Si, se sentò bajo la sombra del árbol fuera de la casa, y esperó. Esperó sin saber que era lo que esperaba, y se preguntó si ya estaría dormido.


Fue el abuelo el que intentó despertarlo, pero no hubo respuesta. Asustado llamó a la madre del chico, que tampoco pudo arrancarlo de ese profundo sueño. Un médico llegó, una ambulancia. Dormía. Todavía dormía en el hospital, estando, según dijeron los especialistas, en coma profundo, habiéndose salvado por muy poco de morir. Se encontraba muerto en vida...


Pude haber imaginado este lugar, esta casa con más cosas, no tan aburrida. El abuelo dijo: "Pudes imaginarte el lugar como más te guste, puede haber lo que quieras que haya", pero ahora ya es tarde, lo imaginé así, no escuché bien sus palabras cuando me dio la fórmula de la muerte. Pude haber pensado que había algo más que ese color amarillo que tan cansado me tiene.


Para ellos estoy inmóvil en la cama, sin respuesta. A veces se oye la voz de alguien a lo lejos, es una voz conocida: la voz de mamà. Ya no intento responderle como lo hacía antes, ya entendí que no me escucha aunque yo la escuche a ella. El tiempo para ellos pasa, y aquí no; todo permanece igual, la casa en su lugar, el cielo celeste, el sol brillante reflejado en el campo que me parece un desierto, y el àrbol a un lado de mi casa. Allá duermo, acá no hay noche, no hay nada más que yo y lo poco que imaginé.


Pienso que pude haber imaginado la compañia de alguien, alguna persona especial para mi, pero no lo hice y ya es tarde para hacerlo. Pude haber imaginado algunos animales alrrededor de mi casa !Tantas cosas¡ Pero ya es tarde, no puedo volver atrás para agregarle o quitarle, sacarle o ponerle las cosas que quiero a este lugar del que no hay salida. De cuantas formas mejores a esta pude haber imaginado la cárcel de mis sueños...



Matias Gallardo.

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