Extraño suceso en el Hospital San Buenaventura


  Hace poco tiempo llegó un sobre a mis manos. Lo que contenía eran varias hojas amarillentas, escritas con lápiz. Expedientes de un interno del hospital San Buenaventura, luego llamado Hospicio de las Mercedes (actual Hospital Interdisciplinario Psicoasistencial José T. Borda), correspondiente al año 1904. En un principio me pareció extraño que el nombre del enfermo estuviera borrado. Leyendo todas las hojas del registro del paciente encontré referencias acerca de cosas muy extrañas que sucedían con él. Y también referencias acerca de las hojas escritas a mano, de puño y letra del desequilibrado. La enfermedad que padecía era esquizofrenia. La hoja más importante escrita por él, decía lo siguiente:






Será dificil de explicar, o será dificil de entender.No lo sé...solo voy a contarlo.Por más sorprendente que sea, por más increible,alguien sabrá entenderlo, o sabrá entenderme.


Es el fuego.El fuego es lo que me tiene atrapado,podría decirse que yo controlo el fuego, pero no es así, porque es él el que me controla a mi. Lo podrían entender como un don del cual soy poseedor.No es así,es un castigo.Alguien me dio ese horrible castigo.


No quiero hablar de mi,sino de lo que me pasa.Todo era normal,hasta que esa figura tan extraña se apareció ante mi vista, desde la nada misma, con un túnica negra.


Pero será mejor no abrumar con partes sueltas de toda la historia. Para entender mejor es necesario conocer toda la historia. La muerte y la venganza son parte de ella. Tristemente la venganza; al recordar siento un profundo dolor.



Un familiar muy cercano,para ser más preciso,una hermana,había muerto. Había sido asesinada, porque así corresponde decirlo y fue lo que pasó, la sasesinaron. Me hallaba en mi casa, tan humilde mi casa, como mi familia. Y al llegarme la noticia , la impotencia, la bronca, la furia, se habían apoderado de mi.Esos sentimientos me controlaron e hicieron que yo iniciara el fuego,el fuego en mi vida. Porque alguien,una persona cuyo nombre no interesa, me dijo el nombre del verdugo de mi hermana,era un nombre conocido y sabía donde vivía.


Me aseguraron y me juraron que el asesino era esa persona. Lo habían visto. Como dije, la furia se apoderó de mi, y me indujo a iniciar el fuego esa noche, en esa casa. En la casa de él,del asesino del cual quería vengarme. A pocas cuadras de mi hogar vivía un hombre casi anciano, solitario, del que se decian muchas cosas, siempre cosas malas. De madrugada fui hacia el lugar, hacia su casa, logré abrir una de las puertas sin hacerme notar, esparcí el combustible que llevaba para cumplir mi tarea y encendí el fósforo que rapidamente solté para que el fuego se iniciara y terminara con la infáme bestia asesina y sin alma.


Desde ese día el fuego se inició en mi vida.Y terminó con la vida de ese asesino. Muchas veces la gente miente, dice cosas que no sabe. Y la persona que me había señalado al autor del crímen , acusaba injustamente, decía mentiras. Y tanta gente miente ¡Y yo odio la mentira! Y yo, por dejarme llevar por calumnias, hice lo que hice. Quise vengar una muerte provocando otra muerte de una persona inocente.



Aunque nadie supo jamás que fui yo el que produjo el incendio, nadie mortal, algo de otro mundo me vio. Existe una justicia, pero no es la de los hombres. Es una justicia superior dictada por seres extrañamente vistos como no pertenecientes a nuestro mundo. Fue así que una figura humana se me apareció en medio de la oscuridad de mi habitación, esa misma noche de mi crímen. No pude ver su rostro, recuerdo solamente que una luz muy brillante se apoderó del cuarto, y fue bajando de intensidad y dando forma a aquel ser. Sus ropas eran negras, cubriendo todas sus extremidades y no dejando ver su cara.



¡La muerte! Tenía que ser eso lo que veía rodeado por una luz blanca y con ropas negras. Me quedé inmóvil contemplándolo fijamente. Hasta que me señaló y dijo mi nombre. Estaré loco pero no voy a escribir mi nombre, nadie debe saberlo, ni saber lo que hice , ni lo que hago. Me dijo que era un ángel, que él era mi propio ángel negro. Su voz resonaba por todo rincón y me golpeaba directamente en lo más profundo de mi ser. Dijo que no tratara de comprender esa aparición, porque eso escapaba a las posibilidades de tan insignificante raza como la mía. Me contó que sabía de mi mala acción con aquel inocente, y que por eso recibiría mi castigo. Que por no haber controlado mis actos y haber creído una mentira, desde ese momento en adelante sería incapaz de controlar mi cuerpo, y que él había decidido manejarlo. Y desapareció.



No sabía lo que hacía, cuando empecé a gritar como un loco, no me controlaba a mi mismo. Era consciente de que no era yo el que estaba gritando, pero la voz salía de mi boca, y yo veía como me miraban los miembros de mi familia. Gritaba cosas incoherentes, parecía un demente.


Esa misma escena se repitió unas veces más, hasta que me encerraron. Este neuropsiquiatrico es la cárcel que me asignaron. Hasta dijeron que yo había matado a mi hermana, pero no creo haber sido yo, mi mente funcionaba bien antes del asesinato de ella. Pero me es imposible recordarlo, ya no puedo controlar mis propios recuerdos, todo lo controla mi ángel oscuro.


Soy inmensamente infelíz acá adentro. No soy dueño de mi cuerpo, de mis actos. Tampoco se por qué mi mano mueve este lápiz escribiendo sobre este papel. Soy inmensamente infelíz...







Y esa frase se repetía en muchas hojas más: Soy inmensamente infelíz. Nadie pudo explicar lo que decía aquel papel, nadie pudo entenderlo, según el historial médico. Tampoco pudieron explicar cómo llego un lápiz y papel a las manos de ese interno al que sólo se le suministraba alimento y nada más. Como otras tantas veces se lo atribuyeron a una mente perturbada, y a la locura. Entre tantas cosas extrañas pude entender porqué ese sobre había llegado a mis manos sin remitente, y porqué el nombre del autor de esas escrituras no aparecía en ninguna parte y estaba borrado. Queda en cada uno juzgar e intentar comprender. Yo todavía no lo pude hacer...

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